Mendoza es un oasis, un paraje aislado en el desierto en el que hay agua… pero poca. La gente que nace aquí, junto a la montaña, es resiliente, la escasez propone el ejercicio constante del cuidado; y con la vid el uso eficiente del agua se hace indispensable. A esta situación de base se le suma que hace varios años existe lo que se llama una ‘crisis hídrica’. En 2022 el Departamento General de Irrigación señaló que Mendoza registró la escasez de agua más acentuada de los últimos 30 años y la región sur de la provincia, fue la más afectada. Esto, mal que nos pese, se está volviendo un escenario habitual. Hay una gran diferencia entre lo que es una zona desértica y una crisis hídrica, porque una cosa es que en la provincia no lluevan más de 260 mm al año, (cuando en la zona pampeana las lluvias promedio son de 800 mm), y otra muy diferente es que la nieve y las precipitaciones no lleguen a cubrir los niveles más bajos de registro de manera sostenida por más de una década. Ahí la cosa se pone un poco más seria.
Vivir en un desierto ha llevado a los mendocinos a tener mucha conciencia sobre la optimización del recurso, incluso con medidas que se toman a muy temprana edad incorporando materias en la escuela o desde la gestión gubernamental para concientizar a los ciudadanos. Por ejemplo, no se riega en ciertos horarios, no se lava el auto en la vereda, o en temporada de mucho calor se optimiza el uso a través de franjas horarias.
Desde muy temprana edad las chicas y los chicos mendocinos reciben en el colegio educación, existen unidades de Ciencias Naturales que se focalizan directamente en este tema. “Si vas a lavar los platos no dejes el agua corriendo; si vas a cepillarte los dientes cerrar el grifo; si vas a lavar ropa, acumular la mayor cantidad”. Desde la infancia se aprende a entender lo que es el uso y lo que es desperdicio.
La obtención del agua para la agricultura
El mayor porcentaje de agricultura cuyana está regada por el agua de deshielo que proviene de la Cordillera de los Andes, dependiendo mucho del caudal de nevadas invernales. La baja cantidad de nieve y. los calores extremos que se vienen experimentando hacen que el problema sea cada vez más profundo. Las napas subterráneas de agua se están secando, y esto disminuye la posibilidad de hacer pozos para el riego.
Mendoza se desarrolló históricamente en las cercanías de los principales ríos. Luego con la extracción de agua en profundidad, se empezó a extender el terreno disponible para plantar a lugares que antes no se llegaba. Esta disminución de las precipitaciones en invierno sobre la Cordillera, que son las responsables de generar la acumulación de agua para todo el año, hizo que los ríos tengan menos caudal. Los ríos nacen en la montaña y por percolación o infiltración, van recargando las napas freáticas, similares a ríos subterráneos que alimentan los pozos de donde se extrae agua. Estas napas pasan por algunos sectores que al perforarlos, se puede obtener agua. Esta disminución de la recarga ha hecho que estas napas reciban menos agua por infiltración y por lo tanto se han ido secando o perdiendo calidad. Hoy hay lugares donde ya no es posible perforar.
La otra forma de obtener agua es la conducción por acequias, que también está limitada en su disponibilidad. Se trata de un canal grande que conduce el agua del deshielo y se va subdividiendo en cada una de las fincas; al cada vez haber menos nieve en la temporada de frío, hace que baje menos agua. La consecuencia directa que estamos viendo es que cada vez se riegan menos hectáreas. Altamira, por ejemplo, una zona premium para la vitivinicultura argentina, está muy complicada con el abastecimiento de agua, primero porque no hay y segundo porque no se han hecho obras de infraestructura para paliar o eficientizar la conducción. Todavía se sigue conduciendo por canales de tierra donde el agua se va filtrando en profundidad, y si bien es necesario que infiltre para la recarga de napas, hace que el agua neta que llega a cada finca sea menor. Esto, sumado al tema de las altas temperaturas, ya sea por el calentamiento global o por los ciclos cálidos, hace que las plantas necesiten más agua. Cualquier cosa que haga más eficiente el uso es requerida, sí o sí lo tenemos que hacer. Desde Chakana, pensamos que todavía no logramos tener plena conciencia de que este es el principal problema que deberíamos poner en agenda. El agua es el factor número uno dentro de los componentes de producción.
¿Qué hacemos en CHAKANA?
Algunas estrategias que hemos implementado para paliar el problema es impermeabilizar los almacenajes de agua para que no filtren a la tierra donde no hay cultivo. También subdividimos el riego de acuerdo al tipo de suelo, porque los suelos pedregosos tienen menos retención y si los regáramos de manera homogénea sería ineficiente, perderíamos parte del agua. Estos suelos con piedra necesitan una forma de riego cortita y frecuente que es muy distinta a los suelos más profundos, como los de Agrelo, donde el suelo es capaz de retener más agua.
Una buena acción, en el caso de que se pueda, es el uso de portainjertos para la vid. Se trata de poner “pies americanos” que resistan a la sequía o que tengan mayor exploración de raíces, porque eso les da mayor capacidad de captar agua de algún lado, poniéndolas en una situación favorable.
Por último, es importante mantener libre de maleza a la viña en los períodos donde no se recibe agua; y también es válido promover el crecimiento de plantas cuando hay exceso, como puede pasar con el maíz.
Los contaminantes, un problema aparte
La contaminación del agua por prácticas agrícolas insostenibles plantea otro gran desafío. Se trata de revertir prácticas que ponen en riesgo la salud de las personas y los ecosistemas del planeta. La mayor parte de la agricultura moderna es responsable del aporte de grandes cantidades de agroquímicos. Chakana trabaja una viticultura biodinámica que se basa en la conciencia de nuestra relación con la naturaleza y lo que le devolvemos. Así es como queremos producir vino y alimentos, con un impacto positivo en la vida cotidiana de las personas y del medio que habitamos. Queremos concientizar que una viticultura de tipo industrial, con protocolos estandarizados y utilización de agroquímicos, fertilizantes, herbicidas y pesticidas, responde a un modelo de explotación de la naturaleza y de mercantilización de nuestras vidas de la cual no queremos formar parte. Hace tiempo decidimos no utilizar productos de síntesis química para el tratamiento de las viñas con el objetivo final de generar un ecosistema biodiverso de animales y plantas que sean capaces de crear condiciones de salud y equilibrio. Este cambio, a su vez, le devuelve al suelo la fertilidad y energía que necesita, y mantiene al agua, nuestro recurso más preciado, libre de toda toxicidad.